viernes, 19 de junio de 2020

Agradecimientos: ecos de un trabajo de fin de grado



Hoy he recibido la calificación de mi trabajo de fin de grado, y necesitaba un lugar donde plasmar ciertas emociones. Sobre todo porque un TFG no son treinta páginas (quizás un numeral mayor) y una calificación, o no sólo, sino que detrás de ello hay un todo: una trayectoria de prueba y error, de esfuerzo, dedicación, ilusión y ganas, que pese a ser indelebles son incapaces de quedar grabadas en la sepultada y negra letra que reposa sobre el frío y lánguido blanco de las páginas. Detrás de todo ello hay emociones, preguntas, lecturas, intuiciones y pensamientos que seguirán moviéndose. Seguramente bajo el velo que conforma la trabazón de mis palabras también haya cuestiones que resurgirán con los años. Es un trabajo que propiamente no tiene punto final; un escrito donde en realidad, aunque no se vean, hay más puntos suspensivos y exclamaciones que un lenguaje formal enunciativo. Yo apenas he entregado una escueta formulación académica de algo que está bastante más vivo.

Y creo que toda escritura que se precie así tiene que tomarse, como pro-visional: un paréntesis, una huella, una marca para seguir pensando después, para saber volver sobre nuestros pasos y no perdernos en el bosque. La letra es poco más que el soporte de un después que se asoma, que puede llegar en cualquier momento para cambiar lo supuesto.

Dadas las condiciones excepcionales, no ha habido una ceremonia final, por lo que podríamos pensar que ha sido un trámite burocratizado, de un carácter más societario que comunitario. Un TFG laico, demasiado laico. No os preocupéis, tendremos más ocasiones para sentir los nervios y exponerse al tribunal.

Pero las apariencias engañan, dado que en mi escritura siempre resuena el eco de las conversaciones en la cafetería, allá por el primer semestre, con mis compañeros y amigos Javier H., Jorge M., Irene G.-O., Ruth G. y tantos otros que me dejo sin nombrar... Resuenan también dos importantes nombres sin los cuales sería imposible que mi trabajo tuviera sentido. Me refiero de manera palmaria a mi tutor Valerio R. (de quien tanto he aprendido y de quien tanto me queda por aprender, y no sólo en lo que a contenido puramente teórico se refiere) y a mi profesor Eduardo Z. (que me ha acompañado con tutorías y con el Seminario-Bourdieu; y junto a quien he logrado entender nuevos enfoques de lo que significa la filosofía misma). También han estado presentes Jorge R., Iván d. l. R., Carmen M., David S., Jorge P. d. T., José Emilio E. y Roberto N., de quienes espero continúen añadiendo matices y colores (sean claros u oscuros), completando -o quizás haciendo saltar por los aires- algunas piezas de este puzzle que es mi recorrido vital-académico. Y, ya sea en presencia o ausencia, también han resonado Lapicero Blanco, a quienes tanto admiro en lo intelectual, y quienes (me atrevería a decir) han dado el pistoletazo de salida.

Gracias a los nombrados y a los que en general me habéis acompañado en este inacabable proceso, porque juntos conformáis la red de ideas sobre la cual yo solamente me deslizo y descanso. Como es natural: ¡queda tanto por decir...!


- Carmen M. Peinado, 19 de junio de 2020

Reseña de Ternura y derrota, de Luna Miguel

La ternura se presenta como una obligación para la mujer. Consiste en un deber que sin embargo permite dominar, como si de un juego de espej...