lunes, 13 de julio de 2020

Pensar es cuidar



"[...] son palabras, es lo único que hay, [...] hay que decir palabras, mientras las haya, hay que decirlas, hasta que me encuentren, hasta que me digan. extraño castigo, extraña falta, hay que seguir, [...] en el silencio no se sabe, hay que seguir, voy a seguir [...]" Samuel Beckett.

Introduzco meras palabras-para-seguir en este final de grado.

¿Han pasado cuatro años? He descubierto que el calendario es un invento para racionalizar el tiempo, para sacarle un mayor rendimiento, para fijar los meses de recolección de frutas. ¿Recoger frutos tras cuatro años? Sería una perspectiva demasiado retributiva, utilitaria, productiva y sacrificial del asunto. Pero lo cierto es que este tiempo ha sido un lapso donde se ha trenzado la producción y la reproducción de (al menos) mi identidad. "Llega a ser quien eres": una poiésis artística que ha introducido nuevas lógicas, nuevas técnicas-de-si. ¿He llegado a conocerme? ¿He alcanzado el objetivo de mi autogobierno? ¿Acaso puedo terminar la eterna pintura de mí misma o seguiré siempre añadiendo nuevos matices?

No, no he terminado. Nada ha acabado. He finalizado el grado, he aprendido de los otros y de mí, y las ideas me han usado para desarrollarse solas e intentar alcanzar un espacio supraindividual o interpersonal. Lo que he aprendido es que pensar es pensar-con-alguien, a-través-de-alguien y para-los-demás, y por tanto, pensar es cuidar, pre-ocuparse. No hemos llegado a casa, no hemos custodiado ningún hogar, no somos guardianes: hay que hacer el camino, pero, mientras se siga creando, estaremos a salvo. No prometemos llegar. Pero tratemos de generar los medios.

He tenido la fortuna de atrapar el kairós, llegar justo a tiempo y sentirme en familia en mi alma máter. Jamás podré olvidar estas experiencias, que sin duda han sembrado en mí una pluralidad de potencialidades a explotar. Quizás sólo quiero convencerme de que es demasiado pronto para llegar al final. ¡Qué bien me he sentido aquí! Deja de dar miedo el eterno retorno; de hecho, empiezas a desearlo. 

Los textos generan en mí una reacción retroactiva de amor: los leo e inmediatamente tengo que decirlos. Con el tiempo, al unirlos a otros textos o experiencias, nace la necesidad de contradecirlos, así que voy fuera de ellos. Intencionalidad. Todo texto es, necesariamente, simbólico; el texto apunta fuera de sí. De ahí el misticismo del éxtasis, de la locura. Todo texto quiere permanecer, trascender en lo inmanente, en el papel que se queda quieto mientras las letras se mueven apuntando a cosas diferentes en el tiempo. Hermenéutica: no hay texto original, solo un inabarcable proceso de citación. Esto, entre otras cosas, es algo que no habría sido posible descubrir sin la experiencia de la universidad (quizás aquí demasiado idealizada, por todos los sentimientos con los que está cargado mi pulso).

Es menester seguir. No queda otra que decir palabras mientras las haya. Me iré construyendo en las palabras, aunque en realidad esto no va de mí. Esto va de nosotros. Es un proyecto, pues mis palabras cuentan en la medida en que las lees. Y cambias con ellas. Y te alteras, te frustras, quieres romperlas, quieres borrarlas. Introducirías comentarios porque te sientes apelado. Hay un error, una errata, un salto inesp-. Y efectivamente se borran: dejas de leer, te marchas. No te preocupes, el texto también se acaba, y no obstante, aquí permanece. Quédate en esta frase. Quédate en la frase anterior. ¿Por qué te has ido? Quieres más. Una frase no convence. Dos frases no convencen. No convence ninguna. Porque, como te he dicho antes, el texto apunta fuera de sí. El texto no es sólo texto. El texto es texto y un afuera del texto, un contexto. El contexto determina y niega el texto.

Márgenes de maniobra, ¡lo que siempre he querido! El desarrollo requiere de un espacio que lo permita, que le de cabida, que permita cambiar, que permita excederse, crecerse, equivocarse, rectificar para ir a otro lado, para continuar el movimiento. La ley debe permitir la creación de leyes. La lógica no puede estar acabada. El infinito es problemático. ¿Hacia dónde tiende un texto? ¿Qué hay dentro de la caja -acaso un escarabajo...-? Pero lo más importante: ¿qué hay fuera de la caja? ¿Cómo saltar fuera de la caja? ¿Qué es ese afuera? ¿Qué relación guarda el texto con el presente, el pasado y el...?

Os dije que esto no iba de mí, que mis problemas con el texto se independizan de la autoría. 

Cuatro años de texto y de experiencias. Cuatro años que seguirán construyendo a pesar de que se me hayan escapado de las manos, a pesar de que el tiempo se me haya escurrido como arena entre los dedos. Prometo que no habrá silencio.

Reseña de Ternura y derrota, de Luna Miguel

La ternura se presenta como una obligación para la mujer. Consiste en un deber que sin embargo permite dominar, como si de un juego de espej...